Solidaridad en la construcción de las viviendas alteñas

por Veronica Karen Arias Diaz

rutaelalto

El sol es extenuante, la brisa se hace pesada a cada momento, porque la sequía y el viento, se ponen de acuerdo para cegar los ojos de cuanta persona encuentren a su alcance. El micro (1) acaba de llegar. Éste trae consigo a una pareja joven que apenas lleva en los bolsillos el poco dinero que consiguieron después de vender sus pertenencias, y sólo pesa en sus almas la preocupación de iniciar una aventura que presienten tendrá mucho de dolor y sacrificio. Apenas cargan en las manos unos cuantos utensilios, que se parecen a las municiones y aditamentos para conformar la que será la trinchera de su vida: La vivienda. Desde la que pretenderán lidiar la batalla más grande de sus vidas: La conquista de la ciudad.

Es una batalla de honor, el solo hecho de perderla hará sentir a la gente como si fueran seres en estado inerte, es decir que se sentirán muertos en vida si no consiguen triunfar en la ciudad de las esperanzas. Si, de las esperanzas, porque no sólo ahora, sino a través de los siglos y en otras latitudes, la imagen de la cuidad estuvo, y está, relacionada con el progreso y la prosperidad.

En Bolivia, específicamente en la ciudad de El Alto, la migración campo-ciudad marcó el primer paso para comenzar esa batalla que se denomina la lucha por sobrevivir. La determinación que impulsó a los jóvenes a abandonar su lugar de origen fue principalmente la falta de oportunidades que tenían en su comunidad y las condiciones precarias en las que se desenvolvía su parentela. En otras palabras asumían el reto de llegar a la Ciudad Prometida, donde buscaban alcanzar un objetivo, simple y complejo a la vez: Mejorar dignamente su modo de vida.

No es un secreto que la ciudad de El Alto ha configurado su estructura a través de la creatividad e instinto de supervivencia de sus habitantes, pues con el manejo y aplicación de materiales precarios han constituido una vivienda. Sin asistencia técnica ni apoyo financiero formal para edificar una construcción que está sujeta a los juegos y manías del clima y de la buena suerte. Proceso conocido como autoconstrucción.

Como elemento principal, la primera estrategia para llevar a cabo la batalla contra los obstáculos que impone la ciudad de El Alto es consolidar una casa de campaña: un lugar para vivir. Para tal efecto no se realiza un proyecto arquitectónico, porque lo que se busca es establecer la trinchera, un espacio práctico, que vaya de acuerdo con la realidad. Sin importar si tiene o no las condiciones básicas para albergar a una familia.

Es la familia la que juega un rol importante en esta etapa, porque asume la responsabilidad de acoger a su gente, sin importar si hay espacio o no; en fin, la necesidad es apremiante, pero el corazón es grande.
Esta situación hace que la pareja apresure la obtención, legal o ilegal, de un terreno. Una vez que se cuente con el espacio necesario, la construcción tiene un aditamento especial: la ayuda familiar, ya sea económica o moral. La aplicación de esta dinámica familiar es la que marca su sello en la construcción de la nueva vivienda.

La expansión de la ciudad de El Alto ha sufrido una transformación a lo largo del tiempo porque el suelo rural se ha convertido en espacio urbano gracias a los asentamientos humanos y a las migraciones. Esta ciudad ha logrado un continuo crecimiento que se hace evidente en el surgimiento de nuevas zonas que se caracterizan por una dinámica de crecimiento muy fuerte, haciéndose difícil el control urbanístico. Son frecuentes los crecimientos espontáneos e incontrolados. Sin un esquema general de crecimiento y a impulsos de las iniciativas individuales de quienes deseando vivir en la ciudad deciden construirse un alojamiento según sus posibilidades económicas.